Desde hace unos años -y después de las durísimas reconversiones siderúrgicas, industriales, mineras, pesqueras y ganaderas que tanto han afectado a Asturias y a Avilés- parece ser que en nuestra región y en nuestra ciudad de Avilés se han dado cita una conjunción de excelentes azares divinos, de geniales habilidades artísticas y de oportunas decisiones humanas que nos han ayudado a levantar la vista y a contemplar un horizonte menos agresivo y más redondeado. Me refiero a la acertada decisión de instalar en la ría de Avilés el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer.
Para estar a la altura de lo que Niemeyer ha diseñado, ahora deberíamos estar hablando de disminuir las emisiones de las baterías de coque, de reducir al mínimo todas las emisiones de todos los colectores que van a dar a la ría, de recuperar y urbanizar espacios, de eliminar barreras, de mejorar todas las fachadas que se ven desde esa nueva plaza para todos, de pintar, de arreglar, de ascender de categoría y situarnos al nivel de lo que este nuevo proyecto requiere y necesita. Algunos ciudadanos, empresarios, hosteleros y emprendedores ya lo han entendido, pero parece ser que algunos todavía no ven la trascendencia de este nuevo equipamiento.
Algunas cosas han tenido que hacerse muy bien para que tengamos este sueño arquitectónico hecho realidad y a nuestro alcance. Que el único arquitecto vivo de las grandes vanguardias del siglo XX nos haya concedido el boceto, la idea y el lujo de este proyecto, que se haya construido una pasarela en forma de grapa tan atrevida y tan al límite de lo que puede ser sustentado por el acero, que la ciudad y sus habitantes disfruten ya de este nuevo espacio… no debería ser frenado por algunas intervenciones que parecen ver en este proyecto algo demasiado grande para Avilés, como si deseasen que fuese menos internacional, menos español y más asturiano, regional, avilesino, local, algo mucho más pequeño y provinciano. Precisamente el Centro Niemeyer es “Internacional” y debería proseguir su camino haciendo honor a su nombre y retomando cada día su dimensión y vocación más europea, internacional, intercontinental, mundial y cosmopolita, sin olvidarse de que está en Avilés, en Asturias y en España.
Todos los responsables políticos, culturales, sociales, y económicos deberían hacer todos los esfuerzos posibles (y hasta los que parecen imposibles) para permitir que el Centro Niemeyer prosiga su vuelo internacional. La tarea no es cortarles las alas a los más atrevidos, sino ayudar a que continúen con su vuelo.
Como decía Italo Calvino al final de su libro Las ciudades invisibles: "El infierno de los vivos no es algo que será: existe ya aquí y es el que habitamos todos los días, el que formamos estando juntos. Dos formas hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y convertirse en parte de él hasta el punto de dejar de verlo ya. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio.”
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