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jueves, 10 de noviembre de 2011

A LA ALTURA DEL AIRE-15

Ignacio, que bailaba para la libertad, había escrito:

—Pocas personas se atreven a ser tan libres y a hacer radicalmente lo que les da la gana, vivir mejor y no descender del nivel sobresaliente al que hemos llegado.
Un cuento moderno:
Cada noche él le contaba un cuento lleno de vida, erotismo y pasión, pero no como Sherezade, para evitar morir, sino como la luz, para vivir, para intentar vivir a su altura... y es que no todo el mundo sabe hacer magia cada día y volar.
Casi debería decirse, en este momento, cuánto y qué bien ha cambiado el mundo desde aquella época en que eran ellas las tenían que contar cuentos para salvar su vida; ahora eran ellos los que tenían que esforzarse para conquistarlas y retenerlas a su lado pues sabían que, en cuanto se aburriesen, en cuanto bajasen el nivel de su ingenio lo más mínimo, ellas se marcharían. Para evitarlo agilizaban su imaginación y todas las noches les preparaba un cuento fantástico sobre una madre que durante siete años inventaba cada tarde un cuento para su niño del alma, una escena de la comedia del arte de seducir que ellas dominaban, un monólogo tan gracioso como podía, una representación aérea de una caricia, un nuevo dibujo sobre el éter de sus ojos, una nueva confidencia a sus manos, un secreto muy vistoso, una confidencia sobre la última fantasía vital de los dioses deseantes, un amanecer en pleno crepúsculo, una flor de magnolia generada por el desordenador mental más potente del mundo, un nuevo deseo de hidromiel, un juego para adivinar de quién era esa sensación, la lectura de la noche 1.002, el relato de la conversión de Cristo al hedonismo, el sueño de la razón disfrutando de la merecida plenitud de su risa...


Federico, que no soportaba la pesadez, dijo:

—Me alegro de no haber conocido al rígido de Parménides.
Y qué bien no inspirar nunca a nadie monopolios, ni monótonoteísmos, ni monocotiledóneas, ni...
También sé que algunas almas son de oro y por tanto, entre otras cualidades, inoxidables.
Y que dios es mujer y, además, negra y llena de vida.


Óscar, escribió:

—Hay personas que dicen que son ateos católicos, si es posible tal cosa yo sería un ateo Calderiano, aunque cada día me es más difícil ser ateo, es que... verás... creo que la Vida Mejor es la de la luz incansable.
No sé cómo decir que, para los que estamos a tratamiento, la logoterapia nos exige usar las palabras y las letras.
No sé cómo decir que me encanta vivir y exagerar sin amenazar a nadie, tampoco quiero contribuir a empeorar el mundo... yo sólo quiero lo mejor para todos; y reconozco que, aunque no soy realista, soy autocrítico y sé que no es fácil que yo sea lo mejor en nada para nadie...
A veces vemos a algunas personas algo escépticas y perezosas para celebrar una nueva relación... Tan maduras, experimentadas e incrédulas, como si viviesen en una especie de entusiasmo perezoso y no pudieran creer demasiado que ninguna relación pueda funcionar realmente... Otros, sin embargo, inconscientes, inmaduros y casi a medio hacer, creo que son menos escépticos, que su entusiasmo es menos crítico y por eso sienten que estarían muy bien juntos... Claro que todo esto no son más que "¡Fantasías animadas de ayer y de hoy!"
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¿Puede un héroe como el Doctor Jones ser escéptico?, ¿no logra salvar siempre a su chica en la película?... sin embargo a veces se ve algo paralizado por el miedo a decepcionar; claro que, si se atreviese, protagonizaría una escena de película y ahora mismo cogería el coche e iría a buscarla al lugar en que se encuentras y, después de mil peripecias, la rescataría y... ¡un momento!, ¡aquí pasa algo raro!, ¡nadie ha secuestrado a nadie!
Me da la impresión de que no valemos mucho para la realidad prosaica, tal vez eso explique nuestra tendencia obsesiva a embellecer el discurso con palabras aéreas, románticas y amorosas. Como si nuestro verdadero mundo no fuese de este reino, como si trascender esta pequeña realidad que nos rodea nos otorgase algún mérito, como si la insatisfacción fuese un grado positivo... Huimos hacia el futuro polombiano, ni nos adaptamos ni aceptamos las continuas limitaciones de este sistema de percepción actual que nos sitúa en un espacio y en un tiempo en el que, inexplicablemente, no está todo lo que deseamos, cuando en nuestro interior (suponiendo que tengamos algo parecido a una vida interior) asistimos fascinados a la presencia siempre actual.
A veces creo que debe ser algo parecido a una enfermedad del alma, un trastorno de ausencia que no se alivia sólo con sentido del humor, con palabras ni con terapia ocupacional.
Pero no queremos hacer de ninguna manera una especie de sofisticado chantaje emocional; simplemente sentimos que la discordancia entre el deseo y la realidad es de tal calibre que sólo logramos comportarnos como las bolas del juego de billar europeo, y así vamos de una banda a otra, chocando con las horas y tropezando con las tareas, los límites del rectángulo diario establecen nuestros períodos de sueño, de comidas inestables, aunque a veces se producen carambolas brillantes -por pura chiripa- y, como un milagro auténtico, amanece, aunque parezca imposible, y todo encaja y queremos desamordazarnos de los días inertes y regresarnos a Polombia, porque no nos atrevemos a decir que nos gustaría desamordazarnos y regresarnos al País de las Maravillas.


Miguel, escribe:

-Tienes razón en todo, cuánto más gordo es el libro menos literatura contiene, ¡pobre "superficie de las nubes"! Prometo escribir menos. La lectura es hedónica, por supuesto. La lectura en el Paraíso es leer lo esencial. La mejor literapia.
La sonrisa es el alma, sin duda, y la LUZ es mi vidas; pero no hay que preocuparse demasiado, no es que se desconecte mucho el alma del cuerpo y esas cosas, es que de tanto ir hacia lo inexplorado, entre que regresa y vuelve a dar conmigo pasan días, como sabe todo el mundo. Aunque la verdad es que me acuerdo de P cuando me lo paso medianamente bien y de Venecia cuando me lo paso menos bien.
No puedo ni sé ni quiero retener nada, pero sí alcanzar el aire, acompañar a las nubes y volar hasta el cielo alegresférico y mirar la inmensa elegancia de la Luna y los cometas de forma infladas por el viento. Y así sólo veo lunas crecientes, sólo alegrías que no puedo vivir del todo porque me encuentro, por decirlo de una forma políticamente incorrecta, "atado y bien atado"; problemas de una ascética molesta, de una mística barata, del arte con minúsculas, de una escritura que apenas sabe componer una frase sin arrastrar cada palabra.
No es un ataque de infantilismo, es que somos como grandes niños pequeños y, en el mejor de los sentidos, sabemos jugar y volar, tenemos imaginación, soñamos y reímos con absoluta inocencia y, aunque no sea fácil, creerlo, a veces alegramos y redimimos al mundo sólo con algunas presencia, tal vez porque alguien sabe valorar una luciérnaga.
Gracias por escribir con la luz, con colores, con alegría contagiosa, con entusiasmo, gracias por el arte del magnetismo.

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