Entonces intervino de nuevo Luz, que dirigía las intervenciones:
—“Pero, ¿quién os creíais que erais?, ¿cómo llegasteis a imaginar que aquello os podía suceder a vosotros?, ¿qué grado de soberbia nubló vuestra vista?, ¿cómo es posible cometer el error más imperdonable?, ¿qué esperabais alcanzar?, ¿por qué vuestra mente dejó de funcionar y de calcular las consecuencias?, ¿cómo os atrevisteis a aproximaros tanto a la Belleza extrema?
Me diréis que estabais encantados de la vida, que nunca habíais llegado a ascender tan alto, que nunca volveréis a contemplar algo parecido, que era como si no pudierais apartar vuestra vista del ser amado, como si fuera imposible terminar de amarlo aunque le dedicaseis todas vuestras horas.
¿No sabías que la Belleza es la tentación suprema y que también en P a veces siembran al azar el amor, el encanto y la alegría y que así se acercan personas desorientadas que aman demasiado y se unen con otras que saben seguir su camino?
Sé que estáis confusos, que no erais conscientes de lo que hacíais, que ahora os parece verosímil que en aquella distribución aleatoria de la suerte, de la felicidad, de la salud, del entusiasmo y de la dicha, os tocase a vosotros -sin merecerlo- la mejor parte.
Y ahora que habéis interrumpido la expansión del universo, ¿qué sentís?, ¿os parece imposible ser responsables de la mayor catástrofe?, ¿qué habéis hecho, inconscientes?, ¿cómo os habéis atrevido a ascender a la máxima altura?, ¿no había en vosotros ni la más mínima resistencia racional ante semejante disparate?, ¿no dudasteis lo más mínimo aunque sabíais que estabais poniendo en peligro todo vuestro mundo?, ¿por qué no os detuvisteis a tiempo?, ¿por qué os dejasteis llevar por el infinito frenesí?, ¿por qué despreciabais temerariamente la moderación de los que saben vivir con cierta prudencia?, ¿cómo fallaron todos vuestros controles y permitisteis que vuestra pasión exagerada se convirtiese en gigante?, ¿desde cuándo albergabais esa vocación de desequilibrio?, ¿por qué os dejasteis llevar por esa furia divina?”.
Ellos estaban cabizbajos, deprimidos, cansados, sin fuerzas. Y Luz continuó:
—“Estáis aquí por vuestra desmesura, por esa extraña enfermedad que os hace creer que sois inmunes a la justicia, por vuestras sobredosis de ardor y de placer, por amar demasiado, porque sois exageradamente sensibles a la belleza, por alegraros en exceso, por vuestro optimismo omnipotente, por las sonrisas mayúsculas, por perseguir y alcanzar sólo los gozos divinos, por albergar en vuestros corazones una esperanza inverosímil, por haber visitado todos los lugares encantados, por haber vivido en la casa con duende, porque habéis gozado la perfecta expresión mínima y contenida, por haberos elevado a la óptima altura, por haber gozado placeres incontenibles e inolvidables, por dedicaros a lo que nunca se agota, por haber amado a los dioses de oro, por soñar el vuelo inagotable, por vibrar en la estrella mágica... y podríamos seguir y seguir enumerando todas vuestras virtudes sin proporción.
Nuestra tarea es que recuperéis la medida y que entendáis que vuestra estancia aquí, en este monasterio minimalista, no es un castigo ni una reparación por la injusticia de haber vivido como dioses, es que debéis recuperaros de la soberbia y del exceso. Estos meses o años los viviréis como sanciones, pero no lo serán; sólo tienen la intención de dejaros claro vuestra condición de seres humanos. Tenéis que recordar que no podéis ser excesivamente afortunados, que no debéis ser tan felices como para trastocar con vuestros actos el equilibrio universal. También consideramos que se ha de medir la felicidad y la desdicha de todos los seres mortales y, aunque no seáis siempre responsables, sabemos que por cualquier exageración podéis sufrir crueles pérdidas, sobre todo si habéis sido favorecidos en demasía por la Diosa Fortuna. Con esta intención queremos mejorar vuestro carácter y ayudaros a pensar y a llevar mejor vuestras sobrecargas.
Queremos que en vuestro interior y en el mundo Apolo conviva con Dioniso, que el agua Caliente y el agua Fría se combinen en una agradable sensación templada, atemperada; que vuestra mente se sosiegue, que vuestra alma alcance la serenidad, que vuestro espíritu se ilumine de paz, que vuestra luz se equilibre, que vuestro genio respire el aire del deseo cumplido.
El tratamiento es largo, a unos les llevará meses, a otros años, a algunos el resto de su vida y sabemos que no es fácil liberarse del apego al absoluto. El que ha respirado esta religión absorbente de la Belleza, para siempre estará predispuesto a abandonarlo todo por unas migajas de su alegría. El País de las Maravillas es un poderoso foco de atracción y es inmensamente complicado resistirse a sus encantos de alto voltaje.
Pero no trataremos de desintoxicaros desprestigiando a la Belleza, sino ayudándoos a situarla en su sitio. Llegaremos a un punto en el que todos tendremos los mismos datos, prácticamente todos serán seleccionados, entonces se tratará de ver cómo los interpretamos.
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