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martes, 29 de noviembre de 2011

A LA ALTURA DEL AIRE-24

Luis confesó sus penas:

DÉJATE LLEVAR POR LA BRISA
—Si te vas, no apagues todas las luces del Universo, déjame algo de materia, aunque sea obscura y lineal y recta y sin escalas; no desconectes el sentido de la Tierra y, si puedes, haz como que olvidas una fotografía de cuando eras la sonrisa, la luz, la belleza y el alma más tierna y sublime, de cuando todas las diosas estabais reunidas en tu impulso, en la Vida.
Si te vas, no te olvides de llevarte la gravedad de las palabras, déjame al menos libre de adjetivos y equipajes; estaría bien que te llevases también mi memoria, es para no padecer de nuevo la destructiva intermitencia de los sucesivos Big Bang del sufrimiento.
Si te vas, llévate todo y déjame vivo pasando páginas en la inmensa soledad del muestrario de mundos y de cosmos; ordena las palabras de otra forma, por colores, por alegrías, por tamaños y, por favor, rodea con un círculo rojo las que no puedo volver a utilizar si no quiero morir en el intento.
Si te vas, coloca en tu maleta mi alma y mi sonrisa, ya nunca las volveré a usar en tu sentido.
Si te vas, déjame al menos contemplando muestrarios de abundancias, es para relativizar mejor lo que siento; inventa para mí un cielo despiadado en el que desfilen incansables días sin afán que pretenden llamar la atención desde el vacío de un desierto desolado.
Si te vas, también podría irme, pero no sabría cómo ni de qué manera, ni con quién ni por qué ni para qué, ni adónde ni cuándo. Si te vas, llévame contigo y deposítame con cuidado en el santuario del mar del no ser ni haber sido ni tener idea de futuro.
Recuerdo cuando los días eran largos y anchos y densos, y tenían el sentido expansivo de la altura, y nos entregábamos al alma inocente de la vida, mientras el más inocente y rubio de los colibríes vivía sobrevolándonos.

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